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LA «ANTÍGONA»

dre se nos murió aborrecido y cargado de oprobio después de haberse arrancado con su propia airada mano los ojos, en castigo de los crímenes horrendos por él mismo sorprendidos; que después su madre, á la par madre y esposa, acabó afrentosamente su vida con un nudo fatal;—y por último, que nuestros dos hermanos, en un solo día ¡desdichados! cumplieron su común destino, dándose recíproca muerte con sus propias manos. Reflexiona, pues, con cuánta ignominia pereceríamos las dos, hoy abandonadas y solas, si rebeldes á la ley, osáramos quebrantar ese decreto, y desafiar el poder de los principes;—es preciso tener en cuenta que hemos nacido débiles mujeres, incapaces de luchar contra los hombres; que, gobernadas por los que son más fuertes que nosotras, tenemos que rendirles obediencia, así en esta como en otras cosas más crueles aún y dolorosas. Por mi parte, después de pedir á los difuntos que me perdonen, si cedo á la violencia, me someteré á la autoridad de los magistrados constituidos en poder; pues sería insensatez pretender ejecutar lo que excede de nuestras fuerzas.