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III — Los Atlantes
- ¡Perdón! grité, saltando de la hamaca;
- mas resonó su voz en mi barraca:
- «En la cueva del crimen bulle el mar;
- de cuanto ves, por si tu mancha saca,
- ni rastro ha de dejar.»
- Dijo: y ya de la cueva el mar salía;
- sobre el herbaje el agua se extendia;
- mirar quise el lugar donde nací;
- ni cabañas, ni selvas ya no había,
- ni sus picachos vi.
- De Haytí la cordillera de gran fama,
- rota en islas está; ya el de Bahama
- bello país, es sólo un arenal,
- y famélico aún el mar rebrama,
- viene; ¡quizá lo llama
- mi sangre criminal!—
Habla uno que, cerca de la helada Tule, el sol echa de menos: — También es ¡ay! de diluvio mi augurio; vi extenderse por Oriente la boreal aurora en bermejas espirales, en rubias trenzas y en hebras de oro delicado.