dar los últimos toques y pinceladas á algunos de sus cuadros, y entre otras, no sé si acertadas adiciones, he puesto, á modo de episodio, el coro de islas mediterráneas.
Lo que en verdad me place, y pienso que no ha de desagradar á cuantos hojeen el volumen de mi tan escasa cuanto afortunada obra, es la versión castellana con que se acompaña, lindo y primoroso trabajo de platero, acerca del cual nada me permite decir la modestia del que ha de arropar asimismo con la riqueza del habla de Cervantes estas pobres y sencillas ideas. Y aquí, como muy adecuado final de prólogo y cabecera de La Atlántida, transcribo la cordial enhorabuena del inmortal cantor de Mirèio, sólo para honrarme con sus escogidos y bellísimos como todo lo que mana de su pluma de oro.
Maillane (Bocas del Ródano.)
Señor y noble maestro:
Acabo de leer atentamente La Atlántida, y os envio sin pérdida de tiempo la expresión de mi más ardiente entusiasmo. Después de Milton (en su Paradise lost) y después de Lamartine (en su Chute d'un ange), nadie había tratado las primordiales tradiciones del mundo con tanta grandiosidad y potencia.
Vuestro magnífico poema me produce el efecto que aquellos animales asombrosos que los mineros hallan en las entrañas de la tierra y que, reconstituidos por la paleontología, nos revelan los misterios que el Diluvio