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VII—CORO DE ISLAS GRIEGAS
aurora, exhaló el nombre de la bella Eurídice; y, al escucharlo yo, suspiré á la par.
Junto al Cisne, entre los astros, colgaron su arrobadora lira, raudal de armonía; y, de tanto contemplarla en las alturas, en terrenas formas he copiado las suyas celestiales.
TEMPE
Corriendo por el corazón de mis bosques como caballo sin riendas, perdió el Peneos, andando los siglos, su salvaje galopar; al gorjeo de mis ruiseñores y al blando murmurio del cimbreño follaje, sus argentadas olas, que besaban las flores y jugueteaban con ellas, enerváronse de pensil en pensil; y, á la sombra de rosales que embeben los rayos del sol, en tálamo de azucenas y clave-