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VII—CORO DE ISLAS GRIEGAS

á ti, que el nombre tomaste de tus hijas las rosas, os ha puesto por centinelas de Egeo.


Es Hércules el que rasga, oh Mediterráneo, el velo de tus misterios; le he visto abrir la compuerta de Gibraltar, y, hacia los campos de Hesperis, con una rama encendida, mostrar nuevos hemisferios al caduco Neptuno.—


Dijo: y cual pollada de albos cisnes al escuchar cercano á su nido de musgo ribereño el dulce pío de la que les lleva el sabroso alimento, de las maternas alas en busca, las islas, cándidas hijas del Egeo y de la Grecia, entonaron un cántico de natalicio, que aún, al mecerlas en sus conchas, recuerda suspirosa la inmensa mar.


En la falda de un monte se perfuma y se engalana la Oréada; báñase la Náyade en fuente de lechal espeuma; de cada árbol tras la rugosa corteza late el corazón de una deidad; adquiere el mármol forma, vida y espíritu,