Ya se somormujan en la hinchada marea, ya remanecen en baquica retahila; y, ora avanzando, ora en retroceso, ora á tumbos, se enmarañan con fieras, armas y troncos en ovillo colosal.
Como las olas del Mar Rojo hacinadas sobre Moisés á modo de muro, reventando á la terrífica voz del trueno, resbalaron en desorden hasta el profundo, sirviendo de fosa al río de lanzas y al ejército de los Faraones;
así corceles, carros, ballestas y coronas rodaron vortiginosos con polvo y espumas; todos pedían socorro, y entre el oleaje los negros cetáceos respondían:—Hénos aquí.—
Si, cual lodosos Tritones, consiguen sacar la cabeza, atisban, cegajosos, si divisan al héroe; y, al no verle, imaginan que yace en lo más hondo, y, con tal que muera, ya no les apena perder la vida.
Su ciudad, á manera de antorcha, flamea más y más; semeja una madre condenada á alumbrar con su esqueleto de torres, que el abismo engulle, á sus hijos, que trasminan también como condenados.