Página:La Atlantida (1886).djvu/239

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
239
IX—LA TORRE DE LOS TITANES

Á su fulgor, se aferran á un espaldar de montaña que aun no inclinó la frente al gran diluvio; y, quitándose el cieno de los párpados, vislumbran al de Beocia tomar tierra en el hispano jardín.


Desesperanzados de beber sur sangre, cuando ya, ebrios de coraje, la sentían en las fauces, feroces contra la mano divina que así la arrebata de sus zarpas, á chorros vomita veneno su protervo corazón.


Y agarran troncos y árboles que astillan en la escueta roca; peñas que sobre ellos al caer se disgregaron; y encaramándolos, embalumban picos sobre picos, ciertos con tal escala, de despeñar á Dios.


De un empellón allegan edificios ciclópeos, osamentas de ballena, campos y pedregales; en donde hubo una montaña, se abre un precipicio, que cumbres y faldas arrancan una tras otra.


Si un reflujo algún bosque asoma la caballera, asiéndola, lo descuajan, y, colgado cual racimo, con sus hondonadas, sus espeluncas, sus ríos y sus fieras, á que se asiente sobre los demás lo envian por los aires á la cuspide.