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X—LA NUEVA HESPERIA

Orillas del Palancia, bajo el dosel de un árbol, cabecea uno de ellos, y juzgan que el cansancio le adormeció; al ir á despertarle, hállandle frío como el mármol, y ben que de su cuerpo se desenrosca una serpiente.


En el plácido valle que Zacinto moja con sangre, humedecida con la de los mártires, brotará un palmar; el palmar de Sagunto, de hojas inmarcesibes, á cuya sombra á España lagrimar le place.


Lloró también el padre, como cepa al despojarle la corva podadera de su primicial rebrote; al siguiente día, cuando el sol soltaba sus trenzas, distrájole un canto que, mar adentro, respondía á sus sollozos.


Si era canto de sirena, tú decirlo pudieras, oh Mallorca, si era canto de festiva sirena ó era el tuyo; vino, empero, de aquellas playas donde tú dormitas, besada por las olas, como su hija muy querida.