de sirena que busca la cadena de otros brazos, de amor muriendo su anhelante corazón?—
El sabio, entonces, con palabra mágica, expone las verdades que, entre fábulas, en rugosos pergaminos encontró; brillantes conceptos plagia á Plinio y á Estrabón, y aduce los ensueños y recuerdos de los tiempos que fueron.
Cuenta haber visto, entre rocas del Océano, enormes troncos de nunca vistos pinos, y que, en los cantiles de la isla de las Flores, dejó la costanera oleada dos cadáveres de bermejizo rostro, reveladores de secretos de la mar.
Y, abrazándole, añade:—¡Vienes acaso tú, gigante de las postreras profecías, á unir, cual las de un manto, las puntas de la tierra? Ve, mensajero del Altísimo; quien para sacarte de las olas te dió un leño bien te dará un bajel para que de ellas saques un mundo.—