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CONCLUSIÓN
Tierra afuera, sigo ansiosa
hasta el linde de la mar,
y, en su ribera arenosa,
triste sentéme á llorar.
Al perderse en la lontananza,
¡que luz depidió tan bella!
cual la que, al ponerse, lanza
la matutinal estrella.
Cuando en olas ponentinas
dejó el anillo caer,
como sílfides y ondinas,
islas en flor vi nacer.
Al rayo del mediodía,
semejaban sus confines
breve cielo de poesía
labrado por serafines.
Festejandome en su parla,
una guirnalda ha formado;
en mi sien al colocarla,
el gozo me ha despertado.