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LA CAMPAÑA

cado, era seguro para nosotros que lejos de detenerse habia de cobrar intenso vuelo ; como se propagan las llamas de una antorcha lanzada entre las mieses,

Amaneció el dia 25 de Noviembre sereno y despejado, y todos estábamos muy lejos de creer que ese dia fuera señalado por un combate; le habíamos tenido la víspera, y los moros hasta entonces nunca habian atacado dos dias seguidos. Fuíme, pues, por vía de paseo á la gran guardia del que hoy es reducto Francisco, á visitar á mis amigos del batallon Cazadores de Madrid, á quien aquel dia correspondia ese servicio, y desde aquella altura pude divisar un espectáculo sorprendente : los moros se aprestaban á la pelea; por entre las rocas del boquete du Ányara, bajaban en procesion largas filas de hombres envueltos en jáiques grises ó blancos y precedidos de un añafil y un tambor, cuyos desapacibles sones más bien parecian preludio de alguna campestre romería que de hélica funcion : esta especie de música me recordaba de todo punto á las dulzainas de las montañas de Navarra y de las demás de España; que no parece sino que todas las del mundo conservan en las costumbres de sus moradores, grandes señales de parentesco y de comun orígen.

Con avidez estaba contemplando yo por vez primera el aspecto de los moros; pero no habia entonces tiempo que perder en esto, pues ya brillaban por el próximo bosque los largos cañones de las espingardas, y era indudable el ataque que preparaban. Deseando, pues, buena suerte á los Cazadores de Madrid, me apresuré á regresar al cuartel General del Serrallo. El General Echagüe, avisado oportunamente del designio del enemigo, habia salido ya á hacer un reconocimiento, acompañado del jefe de Sanidad, señor Weyler; los demás profesores de la plana mayor queda-