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Página:La Condenada (cuentos).djvu/223

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VENGANZA MORUNA

Al tomar al pequeñuelo de manos de la aterrada vieja, casi lloró.

¡Pobret! ¡pobret meu!—dijo besándole.

Y su conciencia de tío mundábase de satisfacción, seguro de haber hecho por el pequeño una gran cosa.