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Página:La Divina Comedia (traducción de Manuel Aranda y Sanjuán).djvu/35

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EL INFIERNO. CANTO II.

afirmarme más en esta Fé que triunfa de todo error; ¿algunas de esas almas ha podido, bien por sus méritos ó por los de otros, salir del Limbo y alcanzar la bienaventuranza?—Y él, que comprendió mis palabras encubiertas y oscuras (1), repuso:—Yo era recien llegado á este sitio, cuando ví venir á un Ser poderoso, coronado con la señal de la victoria (2). Hizo salir de aquí el alma del primer Padre, y la de Abel su hijo, y la de Noé; la del legislador Moisés, la del obediente patriarca Abraham, y la del rey David; á Israel, con su padre y con sus hijos, y á Raquel por quien aquel hizo tanto (3), y á otros muchos, á quienes otorgó la bienaventuranza; pues debes saber que, antes de ellos, no se salvaban las almas humanas.

Mientras así hablaba, no dejábamos de andar; pero seguíamos atravesando siempre la selva, esto es, la selva que formaban los espíritus apiñados.—Aun no estábamos muy lejos de la entrada del abismo, cuando ví un resplandor que triunfaba del hemisferio de las tinieblas: nos encontrábamos todavía á bastante distancia, pero no á tanta que no pudiera yo distinguir que aquel sitio estaba ocupado por personas dignas.

—Oh tú, que honras toda ciencia y todo arte, ¿quiénes son esos, cuyo valimiento debe ser tanto, que así están separados de los demás?—Y él á mí:—La hermosa fama que aun se conserva de ellos en el mundo que habitas, les hace acreedores á esta gracia del cielo, que de tal suerte los distingue. —Entonces oí una voz que decia: ¡Honrad al su-

(1) Llama oscuras á sus palabras, porque no expresa claramente que interroga á Virgilio acerca del descenso de Jesucristo al Limbo.

(2) Jesucristo.

(3) Se refiere á Jacob ó Israel, que por casarse con Raquel sirvió á su padre catorce años.