No he venido por mí mismo: el que me espera allí me guia por estos lugares: quizá vuestro Guido (1) tuvo hácia él demasiado desden.
Sus palabras y la clase de su suplicio me habian revelado ya el nombre de aquella sombra: así es que mi respuesta fué precisa. Irguiéndose repentinamente exclamó:—¿Cómo dijiste tuvo? Pues qué, ¿no vive aun? ¿No hiere ya sus ojos la dulce luz del dia?—Cuando observó que yo tardaba en responderle, cayó de espaldas en su tumba, y no volvió á aparecer fuera de ella.
Pero aquel otro magnánimo (2), por quien yo estaba allí, no cambió de color, ni movió el cuello, ni inclinó el cuerpo.—El que no hayan aprendido bien ese arte, me dijo continuando la conversacion empezada, me atormenta más que este lecho. Mas la deidad que reina aquí (3) no mostrará cincuenta veces su faz iluminada, sin que tú conozcas lo difícil que es ese arte (4). Pero dime, así puedas volver al dulce mundo, ¿por qué causa es ese pueblo tan desapiadado con los mios en todas sus leyes?—A lo cual le contesté:—El destrozo y la gran matanza que enrojeció el Arbia excita tales discursos en nuestro templo (5).
Entonces movió la cabeza suspirando, y despues dijo:—
(1) Guido Cavalcanti, hijo de Cavalcante, fué poeta lírico y filósofo; pero poco ó nada aficionado á la lengua latina en que escribió Virgilio.
(2) Farinata.
(3) La luna, llamada en el Infierno Proserpina.
(4) No pasarán cincuenta lunas, sin que tú, Dante, sepas cuánto cuesta aprender ese arte de volver á la patria, una vez arrojado de ella. Aqui se alude á la osada é inútil tentativa que hicieron los guibelinos desterrados (y con ellos Dante), en julio de 1304, (cincuenta meses despues de la fecha de este coloquio con Farinata) para volver por fuerza á Florencia.
(5) Dice templo, ó bien porque los magistrados y los consejos se reunian en las iglesias, ó quizá tambien porque los antiguos romanos llamaban templo al sitio donde deliberaban.