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LIBRO QUINTO

pendia del alto mástil atada de los pies. Ella suelta el vuelo y huye por los aires hacia las negras nubes. Entonces el pronto Euricion que ya tenía el arco preparado y tendida la flecha, invocando á su hermano en su auxilio y mirando á la ufana paloma batir sus alas en el sereno cielo, la traspasa entre una negra nube. Cae al punto muerta dejando su vida en los etéreos astros, y trayendo á tierra la saeta que la habia clavado.

Queda solo Acetes perdida ya la palma; pero él ostentando su destreza y su sonoro arco, lanza la flecha á los altos aires. En ese momento un súbito prodijio se presenta á la vista de todos, anuncio de un gran suceso, cuyo tamaño mostró despues el resultado: pero los adivinos espantados interpretaron demasiado tarde aquel presajio; y fué que la flecha yendo volando, se incendió en medio de las acuosas nubes dejando con llamas señalado su camino, y consumida desapareció en los sútiles aires, cual muchas veces las estrellas desprendidas del cielo corren volando, inflamada su cabellera. Pasmaronse todos, y Sicilianos y Teucros invocaron en su auxilio á los dioses. Pero el magnánimo Eneas no temió aquel presajio, sinó que abrazando al dichoso Acestes le colma de magnificos presentes y le dice estas palabras: "Padre, pues que el poderoso Rey del Olimpo ha querido por este anuncio que recibas premios extraordinarios, tendrás este presente, esta copa cincelada con diversas figuras que fué del mismo anciano Anquises,