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LA ENEIDA

mayores! Dios tambien pondrá término á estos! Vosotros superasteis las rocas de los Ciclopes: os habeis acercado á la rabiosa Scila y á sus altos peñascos que braman desde sus abismos: recobrad vuestros ánimos; desterrad los tristes miedos. Tal vez en algun tiempo os sea agradable traer á la memoria estas desgracias.

Por tan diversos azares, por entre tantos peligros avanzamos hacia el Lacio, donde los destinos nos prometen tranquilas mansiones. Alli nos será permitido restablecer el imperio de Troya. Perseverad y reservaos para un porvenir tan feliz.” Así les dijo: y combatido de grandes cuidados, aparenta esperanzas en su rostro, y oculta en su corazon un dolor profundo. Sus compañeros preparan la presa para comerla. Sacan las pieles de las costillas y descubren las entrañas. Los unos la dividen eu pedazos que aún palpitantes clavan en asadores: otros preparan en la ribera vasijas de bronce y dánles fuego. Entonces á vista de la comida recobran sus ánimos. Sentados en la yerba se regalan con la gorda presa y el añoso vino.

Cuando el hambre hubo sido calmado y alzadas las mesas, deploran en largos entretenimientos sus perdidos compañeros, vacilando entre el temor y la esperanza, ó de que vivan, ó de que habiendo sufrido la última desgracia, estén sordos, á la voz que los llama. El piadoso Eneas, principalmente, lamenta la infortunada suerte ya del ardorosc Oronte, ya la de Amyco, y deplo-