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LA ENEIDA

ante la Reina, Ilioneo, el mas anciano de ellos, asi empezó con sereno rostro: "¡Oh Reina, á quien Júpiter ha concedido fundar una nueva ciudad, é imponer á pueblos indómitos el freno de las leyes; nosotros, desgraciados Troyanos, juguete de los vientos en todos los mares, te suplicamos que apartes de nuestras naves los voraces fuegos. Apiadaos de unos hombres que reverencian á los Dioses, y mirad nuestra desgracia con clemencia. Nosotros no venimos á destruir con las armas los pueblos de la Libia y cargar el botin en nuestros bugues. Ni lo deseamos, ni tanta audacia puede haber en los vencidos. Hay un lugar al cual los Griegos dan el nombre de Hesperia, antigua tierra poderosa por sus armas, y de abundantes cosechas. Los Enotrios la habitaron, y ahora es fama que sus descendientes la llaman Italia por el nombre de su gefe. Para alli era nuestro camino, cuando de improviso el tempestuoso Orion, levantando una borrasca, arrojó algunos de nosotros en ocultos escollos, y á otros, los impetuosos austros llevándolos entre las olas de un mar cmbravecido, los echaron en rocas inaccesibles. Pocos hemos llegado á vuestras riberas. ¿Pero qué raza de hombres es esta? ¿Qué país tan bárbaro que permite tales costumbres? Se nos prohibe el asilo de la costa, nos hacen la guerra y nos privan descansar en la primera tierra que encontramos.

Si despreciais el linage humano y las armas de los mortales, recordad á lo menos que hay Dioses que no