veces, por la noche, a eso de las cuatro o cinco de la mañana, cansada de esperar a mi marido, con los ojos rojos por los llantos y el insomnio, luego de largos y suplicantes ruegos por su retorno a la fidelidad y al deber, le pregunté a Dios, a mi conciencia y a mi espejo, si yo era tan bella como esa miserable Fanfarlo. Mi espejo y mi conciencia respondieron que sí. Dios me ha prohibido vanagloriarme de ello, pero no de tomarlo como una legítima victoria. ¿Por qué entre dos mujeres de igual belleza, los hombres prefieren la flor que ha sido respirada por todos en vez de la que ha sido escondida de los pasantes entre los más oscuros senderos del jardín conyugal? ¿Por qué las mujeres pródigas de sus cuerpos, tesoro del cual un sólo sultán debe tener la llave, tienen más admiradores que nosotras, las infelices mártires de un único amor? ¿De que mágico encanto el vicio aureola a ciertas mujeres? ¡Responda,
Página:La Fanfarlo.djvu/55
Apariencia
Esta página ha sido corregida
45
L AF A N F A R L O