echó de la ciudad. La divina Antea, mujer de Preto, había deseado con locura juntarse clandestinamente con Belerofonte; pero no pudo persuadir al prudente héroe, que sólo pensaba en cosas honestas, y mintiendo dijo al rey Preto:
164 “¡Preto! Muérete ó mata á Belerofonte que ha querido juntarse conmigo, sin que yo lo deseara.”
166 »Así habló. El rey se encendió en ira al oirla; y si bien se abstuvo de matar á aquél por el religioso temor que sintió su corazón, le envió á la Licia; y haciendo en un díptico pequeño mortíferas señales, entrególe los perniciosos signos con orden de que los mostrase á su suegro para que éste le hiciera perecer. Belerofonte, poniéndose en camino debajo del fausto patrocinio de los dioses, llegó á la vasta Licia y á la corriente del Janto: el rey recibióle con afabilidad, hospedóle durante nueve días y mandó matar otros tantos bueyes; pero al aparecer por décima vez la Aurora de rosados dedos, le interrogó y quiso ver la nota que de su yerno Preto le traía. Y así que tuvo la funesta nota, ordenó á Belerofonte que lo primero de todo matara á la ineluctable Quimera, ser de naturaleza no humana, sino divina, con cabeza de león, cola de dragón y cuerpo de cabra, que respiraba encendidas y horribles llamas; y aquél le dió muerte, alentado por divinales indicaciones. Luego tuvo que luchar con los afamados Solimos, y decía que éste fué el más recio combate que con hombres sostuviera. Más tarde quitó la vida á las varoniles Amazonas. Y cuando regresaba á la ciudad, el rey, urdiendo otra dolosa trama, armóle una celada con los varones más fuertes que halló en la espaciosa Licia; y ninguno de éstos volvió á su casa, porque á todos les dió muerte el eximio Belerofonte. Comprendió el rey que el héroe era vástago ilustre de alguna deidad y le retuvo allí, le casó con su hija y compartió con él la realeza; los licios, á su vez, acotáronle un hermoso campo de frutales y sembradío que á los demás aventajaba, para que pudiese cultivarlo. Tres hijos dió á luz la esposa del aguerrido Belerofonte: Isandro, Hipóloco y Laodamia; y ésta, amada por el próvido Júpiter, parió al deiforme Sarpedón, que lleva armadura de bronce. Cuando Belerofonte se atrajo el odio de todas las deidades, vagaba solo por los campos de Ale, royendo su ánimo y apartándose de los hombres; Marte, insaciable de pelea, hizo morir á Isandro en un combate con los afamados Solimos, y Diana, la que usa riendas de oro, irritada, mató á su hija. Á mí me engendró Hipóloco—de éste, pues, soy hijo—y envióme á Troya, recomendándome muy mucho que descollara y sobresaliera entre