rey, entre hombres y mujeres. Todo esto se te presentará en seguida; mas si los dioses nos permiten destruir la gran ciudad de Príamo, entra en ella cuando los aqueos partamos el botín, carga abundantemente de oro y de bronce tu nave y elige las veinte troyanas que más hermosas sean después de Helena. Y si conseguimos volver á los fértiles campos de Argos de Acaya, serás su yerno y tendrás tantos honores como Orestes, su hijo menor, que se cría con mucho regalo. De las tres hijas que dejó en el palacio bien construído, Crisótemis, Laódice é Ifianasa, llévate la que quieras, sin dotarla, á la casa de Peleo, que él la dotará espléndidamente como nadie haya dotado jamás á hija alguna: ofrece darte siete populosas ciudades—Cardámila, Énope, la herbosa Hira, la divina Feras, Antea, la de los amenos prados, la linda Epea y Pédaso, en viñas abundante,—situadas todas junto al mar, en los confines de la arenosa Pilos, y pobladas de hombres ricos en ganado y en bueyes, que te honrarán con ofrendas como á un dios y pagarán, regidos por tu cetro, crecidos tributos. Todo esto haría, con tal que depusieras la cólera. Y si el Atrida y sus regalos te son odiosos, apiádate de los atribulados aqueos, que te venerarán como á un dios y conseguirás entre ellos inmensa gloria. Ahora podrías matar á Héctor, que llevado de su funesta rabia se acercará mucho á ti, pues dice que ninguno de los dánaos que trajeron las naves en valor le iguala.»
307 Respondióle Aquiles, el de los pies ligeros: «¡Laertíada, de jovial linaje! ¡Ulises, fecundo en recursos! Preciso es que os manifieste lo que pienso hacer para que dejéis de importunarme unos por un lado y otros por el opuesto. Me es tan odioso como las puertas del Orco quien piensa una cosa y manifiesta otra. Diré, pues, lo que me parece mejor. Creo que ni el Atrida Agamenón ni los dánaos lograrán convencerme, ya que para nada se agradece el combatir siempre y sin descanso contra el enemigo. La misma recompensa obtiene el que se queda en su tienda, que el que pelea con bizarría; en igual consideración son tenidos el cobarde y el valiente; y así muere el holgazán como el laborioso. Ninguna ventaja me ha proporcionado sufrir tantos pesares y exponer mi vida en el combate. Como el ave lleva á los implumes hijuelos la comida que coge, privándose de ella, así yo pasé largas noches sin dormir y días enteros entregado á la cruenta lucha con hombres que combatían por sus esposas. Conquisté doce ciudades por mar y once por tierra en la fértil región troyana; de todas saqué abundantes y preciosos despojos que dí al Atrida, y éste, que se quedaba en las veleras naves, recibiólos, re-