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Página:La Ilíada (Luis Segalá y Estalella).djvu/188

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LA ILÍADA

siguieron dando agudos gritos, porque esperaban que los aqueos, en vez de oponer resistencia, se refugiarían en las negras naves. ¡Insensatos! En las puertas encontraron á dos valentísimos guerreros hijos gallardos de los belicosos lapitas: el esforzado Polipetes, hijo de Pirítoo, y Leonteo, igual á Marte, funesto á los mortales. Ambos estaban delante de las altas puertas, como encinas de elevada copa que, fijas al suelo por raíces gruesas y extensas, desafían constantemente el viento y la lluvia; de igual manera aquéllos, confiando en sus manos y en su valor, aguardaron la llegada del gran Asio y no huyeron. Los teucros se encaminaron con gran alboroto al bien construído muro, levantando los escudos de secas pieles de buey, mandados por el rey Asio, Yámeno, Orestes, Adamante Asíada, Toón y Enomao. Polipetes y Leonteo hallábanse dentro é instigaban á los aqueos, de hermosas grebas, á pelear por las naves; mas así que vieron á los teucros atacando la muralla y á los dánaos en clamorosa fuga, salieron presurosos á combatir delante de las puertas, semejantes á montaraces jabalíes que en el monte son objeto de la acometida de hombres y canes, y en curva carrera tronchan y arrancan de raíz las plantas de la selva, dejando oir el crujido de sus dientes, hasta que los hombres, tirándoles venablos, les quitan la vida; de parecido modo resonaba el luciente bronce en el pecho de los héroes á los golpes que recibían, pues peleaban con gran denuedo, confiando en los guerreros de encima de la muralla y en su propio valor. Desde las torres bien construídas los aqueos tiraban piedras para defenderse á sí mismos, las tiendas y las naves de ligero andar. Como caen al suelo los copos de nieve que impetuoso viento, agitando las pardas nubes, derrama en abundancia sobre la fértil tierra; así llovían los dardos que arrojaban aqueos y teucros, y los cascos y abollonados escudos sonaban secamente al chocar con ellos las ingentes piedras. Entonces Asio Hirtácida, dando un gemido y golpeándose el muslo, exclamó indignado:

162 «¡Padre Júpiter! Muy falaz te has vuelto, pues yo no esperaba que los héroes aqueos opusieran resistencia á nuestro valor é invictas manos. Como las abejas ó las flexibles avispas que han anidado en fragoso camino y no abandonan su hueca morada al acercarse los cazadores, sino que luchan por los hijuelos; así aquéllos, con ser dos solamente, no quieren retirarse de las puertas mientras no perezcan, ó la libertad no pierdan.»

173 Tal dijo; pero sus palabras no cambiaron la mente de Jove, que deseaba conceder tal gloria á Héctor.