teza el mal, que la mente de los buenos es aplacable. No es decoroso que decaiga vuestro impetuoso valor, siendo como sois los más valientes del ejército. Yo no increparía á un hombre tímido porque se abstuviera de pelear; pero contra vosotros se enciende en ira mi corazón. ¡Oh cobardes! Con vuestra indolencia, haréis que pronto se agrave el mal. Poned en vuestros pechos vergüenza y pundonor, ahora que se promueve esta gran contienda. Ya el fuerte Héctor, valiente en la pelea, batalla cerca de las naves y ha roto las puertas y el gran cerrojo.»
125 Con tales amonestaciones, el que ciñe la tierra instigó á los aqueos. Rodeaban á los Ayaces fuertes falanges que hubieran declarado irreprochables Marte y Minerva, que enardece á los guerreros, si por ellas se hubiesen entrado. Los tenidos por más valientes aguardaban á los teucros y al divino Héctor, y las astas y los escudos se tocaban en las cerradas filas: la rodela apoyábase en la rodela, el yelmo en otro yelmo, cada hombre en su vecino, y chocaban los penachos de crines de caballo y los lucientes conos de los cascos cuando alguien inclinaba la cabeza. ¡Tan apiñadas estaban las filas! Cruzábanse las lanzas, que blandían audaces manos, y ellos deseaban arremeter á los enemigos y trabar la pelea.
136 Los teucros acometieron unidos, siguiendo á Héctor que deseaba ir en derechura á los aqueos. Como la piedra insolente que cae de una cumbre y lleva consigo la ruina, porque se ha desgajado, cediendo á la fuerza de torrencial avenida causada por la mucha lluvia, y desciende dando tumbos con ruido que repercute en el bosque, corre segura hasta el llano, y allí se detiene, á pesar de su ímpetu; de igual modo, Héctor amenazaba con atravesar fácilmente por las tiendas y naves aqueas, matando siempre, y no detenerse hasta el mar; pero encontró las densas falanges, y tuvo que hacer alto después de un violento choque. Los aqueos le afrontaron; procuraron herirle con las espadas y lanzas de doble filo, y apartáronle de ellos; de suerte que fué rechazado, y tuvo que retroceder. Y con voz penetrante, gritó á los teucros:
150 «¡Troyanos, licios, dárdanos que cuerpo á cuerpo peleáis! Persistid en el ataque; pues los aqueos no resistirán largo tiempo, aunque se hayan formado en columna cerrada; y creo que mi lanza les hará retroceder pronto, si verdaderamente me impulsa el dios más poderoso, el tonante esposo de Juno.»
155 Con estas palabras les excitó á todos el valor y la fuerza. Entre los teucros iba muy ufano Deífobo Priámida, que se adelantaba,