su propósito. Recuérdaselo, siéntate junto á él y abraza sus rodillas: quizás decida favorecer á los teucros y acorralar á los aqueos que serán muertos entre las popas, cerca del mar; para que todos disfruten de su rey y comprenda el poderoso Agamenón Atrida la falta que ha cometido no honrando al mejor de los aqueos.»
413 Respondióle Tetis, derramando lágrimas: «¡Ay, hijo mío! ¿Por qué te he criado, si en hora aciaga te dí á luz? ¡Ojalá estuvieras en las naves sin llanto ni pena, ya que tu vida ha de ser corta, de no larga duración! Ahora eres juntamente de breve vida y el más infortunado de todos. Con hado funesto te parí en el palacio. Yo misma iré al nevado Olimpo y hablaré á Júpiter, que se complace en lanzar rayos, por si se deja convencer. Tú quédate en las naves de ligero andar, conserva la cólera contra los aqueos y abstente por completo de combatir. Ayer fuése Júpiter al Océano, al país de los probos etíopes, para asistir á un banquete, y todos los dioses le siguieron. De aquí á doce días volverá al Olimpo. Entonces acudiré á la morada de Júpiter, sustentada en bronce; le abrazaré las rodillas, y espero que lograré persuadirle.»
428 Dichas estas palabras partió, dejando á Aquiles con el corazón irritado á causa de la mujer de bella cintura que violentamente y contra su voluntad le habían arrebatado.
430 En tanto, Ulises llegaba á Crisa con las víctimas para la sacra hecatombe. Cuando arribaron al profundo puerto, amainaron las velas, guardándolas en la negra nave; abatieron por medio de cuerdas el mástil hasta la crujía; y llevaron el buque, á fuerza de remos, al fondeadero. Echaron anclas y ataron las amarras, saltaron á la playa, desembarcaron las víctimas de la hecatombe para el flechador Apolo, y Criseida salió de la nave que atraviesa el ponto. El ingenioso Ulises llevó la moza al altar y, poniéndola en manos de su padre, dijo:
442 «¡Oh Crises! Envíame el rey de hombres Agamenón á traerte la hija y ofrecer en favor de los dánaos una sagrada hecatombe á Apolo, para que aplaquemos á este dios que tan deplorables males ha causado á los aqueos.»
446 Dijo, y puso en sus manos la hija amada, que aquél recibió con alegría. Acto continuo, ordenaron la sacra hecatombe en torno del bien construído altar, laváronse las manos y tomaron harina con sal. Y Crises oró en alta voz y con las manos levantadas:
451 «¡Óyeme, tú que llevas arco de plata, proteges á Crisa y á la divina Cila é imperas en Ténedos poderosamente! Me escuchaste