hallemos afligidos, puesto que es preciso refrenar el furor del pecho. Desde ahora depongo la cólera, que no sería razonable estar siempre irritado. Mas, ea, incita á los aqueos, de larga cabellera, á que peleen; y veré, saliendo al encuentro de los troyanos, si querrán pasar la noche junto á los bajeles. Creo que con gusto se entregará al descanso el que logre escapar del feral combate, puesto en fuga por mi lanza.»
74 Así habló; y los aqueos, de hermosas grebas, holgáronse de que el magnánimo Pelida renunciara á la cólera. Y el rey de hombres Agamenón les dijo desde su asiento, sin levantarse en medio del concurso:
78 «¡Oh amigos, héroes dánaos, ministros de Marte! Bueno será que escuchéis sin interrumpirme, pues lo contrario molesta aun al que está ejercitado en el hablar. ¿Cómo se podría oir ó decir algo en medio del tumulto producido por muchos hombres? Hasta un orador elocuente se turbaría. Yo me dirigiré al Pelida; pero vosotros, los demás argivos, prestadme atención y cada uno comprenda bien mis palabras. Muchas veces los aqueos me han increpado por lo ocurrido, y yo no soy el culpable, sino Júpiter, el Hado y la Furia que vaga en las tinieblas; los cuales hicieron padecer á mi alma, durante la junta, cruel ofuscación el día en que le arrebaté á Aquiles la recompensa. Mas, ¿qué podía hacer? La divinidad es quien lo dispone todo. Hija veneranda de Júpiter es la perniciosa Ate, á todos tan funesta: sus pies son delicados y no los acerca al suelo, sino que anda sobre las cabezas de los hombres, á quienes causa daño, y se apodera de uno, por lo menos, de los que contienden. En otro tiempo fué aciaga para el mismo Júpiter, que es tenido por el más poderoso de los hombres y de los dioses; pues Juno, no obstante ser hembra, le engañó cuando Alcmena había de parir al fornido Hércules en Tebas, ceñida de hermosas murallas. El dios, gloriándose, dijo así ante todas las deidades:
101 «Oídme todos, dioses y diosas, para que os manifieste lo que en el pecho mi corazón me dicta. Hoy Ilitia, la que preside los partos, sacará á luz un varón que, perteneciendo á la familia de los hombres engendrados de mi sangre, reinará sobre todos sus vecinos.»
106 »Respondióle con astucia la venerable Juno: «Mientes, y no cumplirás lo que dices. Y si no, ea, Júpiter Olímpico, jura solemnemente que reinará sobre todos sus vecinos el niño que, perteneciendo á la familia de los hombres engendrados de tu sangre, caiga hoy á los pies de una mujer.»