¿Por qué sobre el abolengo me interrogas? Soy de la fértil Peonia, que está lejos; vine mandando á los peonios, que combaten con largas picas, y hace once días que llegué á Ilión. Mi linaje trae su origen del anchuroso Axio, que esparce su hermosísimo raudal sobre la tierra: Axio engendró á Pelegón, famoso por su lanza, y de éste dicen que he nacido. Pero peleemos ya, esclarecido Aquiles.»
161 De tal modo habló, en son de amenaza. El divino Aquiles levantó el fresno del Pelión, y el héroe Asteropeo, que era ambidextro, tiróle á un tiempo las dos lanzas: la una dió en el escudo, pero no lo atravesó porque la lámina de oro que el dios puso en el mismo la detuvo; la otra rasguñó el brazo derecho del héroe, junto al codo, del cual brotó negra sangre; mas el arma pasó por encima y se clavó en el suelo, codiciosa de la carne. Aquiles arrojó entonces la lanza, de recto vuelo, á Asteropeo con intención de matarle, y erró el tiro: aquélla cayó en la elevada orilla y se hundió hasta la mitad del palo. El Pelida, desnudando la aguda espada que llevaba junto al muslo, arremetió enardecido á Asteropeo, quien con la mano robusta intentaba arrancar del escarpado borde la lanza de Aquiles: tres veces la meneó para arrancarla, y otras tantas tuvo que desistir de su propósito. Y cuando, á la cuarta vez, quiso doblar y romper la lanza de fresno del Eácida, acercósele Aquiles y con la espada le quitó la vida: hirióle en el vientre, junto al ombligo; derramáronse los intestinos, y las tinieblas cubrieron los ojos del teucro, que cayó anhelante. Aquiles se abalanzó á su pecho, le quitó la armadura; y blasonando del triunfo, dijo estas palabras:
184 «Yaz ahí. Difícil era que tú, aunque engendrado por un río, pudieses disputar la victoria á los hijos del prepotente Saturnio. Dijiste que tu linaje procede de un anchuroso río; mas yo me jacto de pertenecer al del gran Júpiter. Engendróme un varón que reina sobre muchos mirmidones, Peleo, hijo de Éaco; y este último era hijo de Jove. Y como Júpiter es más poderoso que los ríos, que corren al mar, así también los descendientes de Júpiter son más fuertes que los de los ríos. Á tu lado tienes uno grande, si es que puede auxiliarte. Mas no es posible combatir con Júpiter Saturnio. Á éste no le igualan ni el fuerte Aqueloo, ni el grande y poderoso Océano de profunda corriente, del que nacen todos los ríos, mares, fuentes y pozos; pues también el Océano teme el rayo del gran Jove y el espantoso trueno, que hace retumbar el cielo.»
200 Dijo; arrancó del escarpado borde la broncínea lanza y abandonó á Asteropeo allí, tendido en la arena, tan pronto como le hubo