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CANTO SEGUNDO

ponía fortaleza en sus corazones para que pelearan y combatieran sin descanso. Pronto les fué más agradable batallar, que volver á la patria tierra en las cóncavas naves.

455 Cual se columbra desde lejos el resplandor de un incendio, cuando el voraz fuego se propaga por vasta selva en la cumbre de un monte, así el brillo de las broncíneas armaduras de los que se ponían en marcha llegaba al cielo á través del éter.

459 De la suerte que las alígeras aves—gansos, grullas ó cisnes cuellilargos—se posan en numerosas bandadas y chillando en la pradera Asio, cerca del río Caístro, vuelan acá y allá ufanas de sus alas, y el campo resuena, de esta manera las numerosas huestes afluían de las naves y tiendas á la llanura escamandria y la tierra retumbaba horriblemente bajo los pies de los guerreros y de los caballos. Y los que en el florido prado del Escamandro llegaron á juntarse fueron innumerables; tantos, cuantas son las hojas y flores que en la primavera nacen.

469 Como enjambres copiosos de moscas que en la primaveral estación vuelan agrupadas por el establo del pastor, cuando la leche llena los tarros; en tan gran número reuniéronse en la llanura los aqueos de larga cabellera, deseosos de acabar con los teucros.

474 Poníanlos los caudillos en orden de batalla fácilmente, como los pastores separan las cabras de grandes rebaños cuando se mezclan en el pasto; y en medio aparecía el poderoso Agamenón, semejante en la cabeza y en los ojos á Júpiter, que se goza en lanzar rayos, en el cinturón á Marte y en el pecho á Neptuno. Como en la vacada el buey más excelente es el toro, que sobresale entre las vacas, de igual manera hizo Jove que Agamenón fuera aquel día insigne y eximio entre muchos héroes.

484 Decidme ahora, Musas que poseéis olímpicos palacios y como diosas lo presenciáis y conocéis todo, mientras que nosotros oímos tan sólo la fama y nada cierto sabemos, cuáles eran los caudillos y príncipes de los dánaos. Á la muchedumbre no podría enumerarla ni nombrarla, aunque tuviera diez lenguas, diez bocas, voz infatigable y corazón de bronce: sólo las Musas olímpicas, hijas de Júpiter, que lleva la égida, podrían decir cuántos á Ilión fueron. Pero mencionaré los caudillos y las naves todas.

494 Mandaban á los beocios Penéleo, Leito, Arcesilao, Protoenor y Clonio. Los que cultivaban los campos de Hiria, Áulide pétrea, Esqueno, Escolo, Eteono fragosa, Tespia, Grea y la vasta Micaleso; los que moraban en Harma, Ilesio y Eritras; los que residían en