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Y habiendolo advertido el gran Pandaro
Grita con toda fuerza de esta suerte:
„Acometed magnánimos Troyanos,
„Que el mejor de los Griegos ya está herido,
„Y no pienso que pueda mucho tiempo
„Tolerar una flecha tan amarga,
„Si es cierto que el divino hijo de Jove
„El inmortal Apolo me ha inspirado
„Que dexase la Lycia, y que animoso
„Viniese á aqueste asedio tan famoso.”
 Dixo asi jactancioso; mas no pudo
Dar muerte el velóz dardo al gran Diomédes,
Quien se retira atrás, y en pie se pone
Delante de su carro y sus Caballos,
Y dice de esta suerte al hijo ilustre
Del grande Capanéo: „¡Ah Esthenelo!
„Desciende de tu carro prontamente
„Para sacarme el dardo que me ha herido,
„El qual aún en mi espalda está metido.”
 Dixo asi, y Esthenelo saltó en tierra,
Y acercandose al punto al gran Diomédes
Del hombro le sacó la aguda flecha.
La sangre le salia á borbotones
Por medio de su túnica texida,
Y Diomédes ilustre y belicoso