Página:La Odisea (Luis Segalá y Estalella).pdf/25

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido validada
25
CANTO SEGUNDO

zarlo—sin duda he de ser débil y ha de faltarme el valor marcial—que ya arrojaría esta calamidad si tuviera bríos suficientes, porque se han cometido acciones intolerables y mi casa se pierde de la peor manera. Participad vosotros de mi indignación, sentid vergüenza ante los vecinos circunstantes y temed que os persiga la cólera de los dioses, irritados por las malas obras. Os lo ruego por Júpiter Olímpico y por Temis, la cual disuelve y reúne las ágoras de los hombres: no prosigáis, amigos; dejad que padezca á solas la triste pena; á no ser que mi padre, el excelente Ulises, haya querido mal y causado daño á los aqueos de hermosas grebas y vosotros ahora, para vengaros en mí, me queráis mal y me causéis daño, incitando á éstos. Mejor fuera que todos juntos devorarais mis inmuebles y mis rebaños, que si tal hicierais quizás algún día se pagaran, pues iría por la ciudad reconviniéndoos con palabras y reclamándoos los bienes hasta que todos me fuesen devueltos. Mas ahora las penas que á mi corazón inferís son incurables.»

80 Así dijo encolerizado; y, rezumándole las lágrimas, arrojó el cetro en tierra. Movióse á piedad el pueblo, y todos callaron; sin que nadie se atreviese á contestar á Telémaco con ásperas palabras, salvo Antínoo, que respondió diciendo:

85 «¡Telémaco altílocuo, incapaz de moderar tus ímpetus! ¿Qué has dicho para ultrajarnos? Tú deseas cubrirnos de baldón. Mas la culpa no la tienen los aqueos que pretenden á tu madre, sino ella, que sabe proceder con gran astucia. Tres años van con éste, y pronto llegará el cuarto, que se fisga del ánimo que los aquivos tienen en su pecho. Á todos les da esperanzas, y á cada uno en particular le hace promesas y le envía mensajes; pero son muy diferentes los pensamientos que en su inteligencia revuelve. Y aún discurrió su espíritu este otro engaño: Se puso á tejer en el palacio una gran tela sutil é interminable, y á la hora nos habló de esta guisa: ¡Jóvenes, pretendientes míos! Ya que ha muerto el divinal Ulises, aguardad, para instar mis bodas, que acabe este lienzo—no sea que se me pierdan inútilmente los hilos,—á fin de que tenga sudario el héroe Laertes en el momento fatal de la aterradora muerte. ¡No se me vaya á indignar alguna de las aqueas del pueblo, si ve enterrar sin mortaja á un hombre que ha poseído tantos bienes! Así dijo, y nuestro ánimo generoso se dejó persuadir. Desde aquel instante pasaba el día labrando la gran tela, y por la noche, tan luego como se alumbraba con las antorchas, deshacía lo tejido. De esta suerte logró ocultar el engaño y que sus palabras fueran creídas por los aqueos