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LA ODISEA

Ulises se alegró de verla y al punto dijo á Telémaco, su hijo amado:

506 «¡Telémaco! Ahora que vas á la pelea, donde se señalan los más eximios, procura no deshonrar el linaje de tus mayores; pues en ser esforzados y valientes hemos descollado todos sobre la haz de la tierra.»

510 Respondióle el prudente Telémaco: «Verás, si quieres, padre amado, que con el ánimo que tengo no deshonraré tu linaje como dices.»

513 Así se expresó. Holgóse Laertes y dijo estas palabras: «¡Qué día éste para mí, amados dioses! ¡Cuán grande es mi júbilo! ¡Mi hijo y mi nieto rivalizan en ser valientes!»

516 Entonces Minerva, la de los brillantes ojos, se detuvo junto á él y hablóle en estos términos: «¡Oh Arcesíada, el más caro de todos mis amigos! Eleva tus preces á la doncella de los brillantes ojos y al padre Júpiter, y acto continuo blande y arroja la ingente lanza.»

520 Diciendo así, infundióle gran valor Palas Minerva. Incontinenti elevó sus preces á la hija del gran Júpiter, blandió y arrojó la ingente lanza, é hirió á Eupites á través del casco de broncíneas carrilleras, que no logró detener el arma, pues fué atravesado por el bronce. Eupites cayó con estrépito y sus armas resonaron. Ulises y su ilustre hijo se habían arrojado á los enemigos que iban delante, y heríanlos con espadas y lanzas de doble filo. Y á todos los mataran, privándoles de volver á sus hogares, si Minerva, la hija de Júpiter que lleva la égida, no hubiese alzado su voz y detenido á todo el pueblo:

531 «¡Dejad la terrible pelea, oh itacenses, para que os separéis en seguida sin derramar más sangre!»

533 Así dijo Minerva; y todos se sintieron poseídos del pálido temor. No bien se oyó la voz de la deidad, las armas volaron de las manos y cayeron en tierra; y los itacenses, deseosos de conservar la vida, se volvieron hacia la población. El paciente divinal Ulises gritó horriblemente y, encogiéndose, lanzóse á perseguirlos como un águila de alto vuelo. Mas el Saturnio despidió un ardiente rayo, que fué á caer ante la diosa de los brillantes ojos, hija del prepotente padre. Y entonces Minerva, la de los brillantes ojos, dijo á Ulises de esta suerte:

542 «¡Laertíada, de jovial linaje! ¡Ulises, fecundo en recursos! Tente y haz que termine esta lucha, este combate igualmente funesto