de la guarnición, sin excluir a la Guardia Civil. Pero en tanto, Estévanez ofició a la Benemérita ordenándole que fusilara a los que intentasen arrastrarla a un pronunciamiento. Echáronse a la calle los Voluntarios de la República; prodújose la consiguiente aglomeración de pueblo junto al Congreso y las tan acreditadas aclamaciones al federalismo.
Las Cortes, reunidas en sesión secreta, acordaron nombrar nuevo Gobierno por directa elección de cada uno de los ministros, conforme al sistema de los Intransigentes. Y entonces ocurrió uno de los hechos más singulares de aquellos singularísimos tiempos. La Guardia Civil, que se había declarado sostén de las Cortes Constituyentes, desplegó su fuerza frente al cuartel de la calle de Serrano, y sin meterse a designar personas exigió la inmediata formación del Ministerio. Muchos republicanos de primera fila negáronse a admitir cartera bajo esta presión humillante. Al fin, quitando y poniendo nombres, el laborioso parto dio al mundo la lista del nuevo Gabinete: Presidencia y Gobernación, Pi Margall; Guerra, Estévanez; Ultramar, Sorní; Estado, Muro; Marina, Anrich; Gracia y Justicia, Fernando González; Hacienda, Ladico; Fomento, Benot.
Aparto mi atención de estas cosas y casos, de notoria insignificancia en la vida general de la humanidad, para fijarla en los sucesos que personalmente me incumben, y que considero de suma trascendencia en la pura región del espíritu. Introducida solemnemente