Página:La Primera República (1911).djvu/12

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las plumas alfonsinas para ponerse la cresta roja que gastan los demagogos. Esta canalla nos desacreditará, Tito, y acabará por perdernos. ¿Sabes quién ha colocado al don Jinojo? Pues Martos, que hila maravillosamente las palabras, pero en cuestiones de personal no tiene vista ni olfato... Ayer me enteré. Al afinador le mandan a la oficina de Bienes Mostrencos, que está en la travesía de la Parada».

Estábamos en Antón Martín, junto a la fuente churrigueresca. El manso filósofo Ido del Sagrario se fue a la compra, calle de los Tres Peces, y Estévanez, que había salido de la tienda de sedas del popular republicano don Toribio Castrovido, me llevó calle abajo por la de Atocha, contándome sus andanzas en el largo tiempo en que yo le había perdido de vista. Refería con pintoresca sencillez y gracia las que no vacilo en llamar hazañas, y mi curiosidad apuraba sus conceptos con atención sedienta. No esperéis que transcriba su relato ad pedem litterae; lo extractaré, conservando, si puedo, la intensidad del pensamiento y la concisión de la forma.

Empezó así: «A mediados de Noviembre me visitó Contreras y me dijo que contaba con una parte de la guarnición de Bajadoz, con casi toda la de Sevilla, con las de Córdoba y Málaga, con muchos carabineros y con un regimiento de Caballería, para intentar un golpe decisivo. Añadió que estaban dispuestas las partidas que habían de salir al campo en catorce provincias. Pero que la señal que a