fundación. Estoy contentísima. Dígale también a ese señor tan bueno y amable que no puedo darle mis adioses porque salgo esta noche para tomar posesión de mi nueva plaza».
Quedé absorto, alelado, encantado... Quedeme también a media miel.
«¿Y nada más, Serafín?
-Sí señor, hay más. Este humilde criado de usted sabe rematar la suerte. Como no me satisfacía que me diese el recado por lo verbal, le supliqué que me pusiera, en cuatro letras escritas de su mano, todo eso de la gratitud y de lo contenta que está.
-¿Y escribió, Serafín, escribió?
-Corrió hacia adentro; trajo tintero, pluma y papel, y... tris tras... con linda mano y más linda escritura... En fin; sosiéguese, señor: aquí está el papelito».
Con mano trémula tomé lo que el mensajero del cielo me entregaba, y en medio de la calle, a la luz del sol, leí:
«No me engañó quien me dijo que es usted poderoso.
Por su mediación ha obtenido más de lo que pretendía esta humilde maestra.
Salgo esta noche para la nueva y feliz residencia a donde me lleva mi Destino.
Adiós, adiós, y que no sea para siempre.
Si es grande su poderío, no es menor la gratitud de -FLORIANA».
La tempestad de impaciencia que estalló en mi alma no me dio tiempo ni para besar la divina esquela, trazada con perfecta y ele-