sólo ochenta hombres... Dos días después la Gaceta de Madrid decía: «Ha sido dispersada la partida de Estévanez; pero se ha presentado otra en El Viso». No era otra; era la misma. Habíamos atravesado la sierra en pocas horas. En El Viso se nos incorporaron algunos voluntarios de la Mancha. Necesitando municiones, traté de sorprender el destacamento del Visillo (Almuradiel), compuesto de veinticuatro cazadores del batallón de Las Navas y mandado por el subteniente O'Donnell. La sorpresa fracasó y tuve que retirarme a la venta de Malaventura. Amanecía... Perseguido por varias columnas, tuve que maniobrar algunos días por los sitios más escabrosos de la sierra. Esclavo en todo de la verdad, debo decirte, querido Tito, que aquello era una persecución de mentirijillas. Aquel extraño modo de guerrear me ha enseñado muchas cosas. Nuestras guerras civiles han durado años y años porque las tropas regulares no han sabido o no han querido ahogarlas en su origen. Creeríase que hay interés en que las facciones se organicen, y fogueándose constantemente, aprendan el arte o las astucias de la guerra. Pudieron los jefes de las columnas acabar con nosotros en menos de una semana; pero descansaban de noche en los pueblos, iban de uno a otro por las carreteras, sin fatigarse, siempre de día, y no nos buscaban con deseo de encontrarnos. Varias veces pasaron las columnas junto a mí sin sospechar mí presencia; jugábamos graciosamente al escondite».
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