Página:La Primera República (1911).djvu/229

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

ligrafía que has visto hoy a Floriana. ¡Qué linda está!

-No es mujer; es una Diosa. Tiene toda la pinta de don Hilario, que de mozo debió de ser un clérigo guapísimo.

-Y de viejo todavía, todavía... -indicó la pelinegra de boca grande.

-¡A quién se lo cuentas! -exclamó Graziella-. Don Hilario viejo valía por treinta jóvenes. Era mucho hombre mi santo varón... y como aquel que dice, la santidad no quita la hombría».

En aquel momento empezó el copeo. Fructuoso sirvió a todas coñac, dando el ejemplo de largueza en la bebida. Aunque nunca tuve familiaridades con el bueno de Baco, se me comunicó la general alegría y empiné más de lo que acostumbro. Graziella, aficionada desde su infancia al néctar espirituoso, se puso pronto entre dos luces, y con rara mezcolanza de risa y llanto, nos contaba sus penas: «¡Ay de mí! No sabéis la tabarra que hoy me ha dado mi Perico... Quiso pegarme el muy sinvergüenza. Pero yo le di un trastazo, y luego le agarré por las astas y le tiré al suelo. Si él es bravo, yo también... Nada; se empeñó en que habíamos de ir hoy a Los Molinos para comer con su tía la Berrenda. El que sí; yo que no; en esta brega estuvimos hasta las tantas. Por eso he tardado».

Alegres carcajadas acogieron este desahogo, y la muchachita gordezuela y pelirroja, dijo así: «A mi Lázaro le voy a dar el canuto... Con sus celeras me tiene frita. Ha dado