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CAPÍTULO XXII.

5 Mas ellos no hicieron caso; antes bien se marcharon, quién á su granja, y quién a su tráfico ordinario:

6 los demas cogieron á los criados, y despues de haberlos llenado de ultrajes, los mataron.

7 Lo cual oido por el rey, montó en cólera: y enviando sus tropas, acabó con aquellos homicidas, y abrasó su ciudad.

8 Entonces dijo á sus criados: Las prevenciones para las bodas están hechas; mas los convidados no eran dignos de asistir á ellas;

9 id pues á las salidas de los caminos, y á todos cuantos encontreis, convidadlos á las bodas.

10 Al punto los criados saliendo á los caminos reunieron á cuantos hallaron, malos y buenos; de suerte que la sala de las bodas se llenó de gentes que se pusieron a la mesa.

11 Entrando despues el rey á ver los convidados, reparo allí en un hombre que no iba con vestido de boda.

12 Y díjole: Amigo, ¿cómo has entrado tú aquí sin vestido de boda? Pero él enmudeció.

13 Entonces dijo el rey á sus ministros de justicia: Atado de pies y manos, arrojadle fuera á las tinieblas; donde no habrá sino llanto, y crujir de dientes.

14 Tan cierto es que muchos son los llamados, y pocos los escogidos.

15 Entonces los Fariseos se retiraron á tratar entre sí, cómo podrian sorprenderle en lo que hablase.

16 Y para esta le enviaron sus discípulos con algu-