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CAPÍTULO IV.

nifestar; ni cosa alguna que se haga para estar encubierta, sino para publicarse.

23 Quien tiene buenos oidos, entiéndalo.

24 Decíales igualmente: Atended bien á lo que vais á oir. La misma medida que hiciéreis servir para los demas, servirá para vosotros, y aun se os dará con creces.

25 Porque al que ya tiene, se le dará aun mas; y el que no tiene, será privado aun de aquello que parece que tiene.

26 Decia asimismo: El reino de Dios viene á ser á manera de un hombre que siembra su heredad,

27 y ya duerma, ó vele noche y dia, el grano va brotando, y creciendo sin que el hombre lo advierta.

28 Porque la tierra de suyo produce primero el trigo en yerba, luego la espiga, y por último el grano lleno en la espiga.

29 Y despues que está el fruto maduro, inmediatamente se le echa la hoz, porque llegó ya el tiempo de la siega.

30 Y proseguia diciendo: ¿A qué cosa compararemos aun el reino de Dios? ¿ó con qué parábola le representarémos?

31 Es como el granito de mostaza, que cuando se siembra en la tierra, es la mas pequeña entre las simientes que hay en ella;

32 mas despues de sembrado, sube y se hace mayor que todas las legumbres, y echa ramas tan grandes, que las aves del cielo pueden reposar debajo de su sombra.