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CAPÍTULO VII.

estaba poseida del espíritu inmundo, entró dentro, y se arrojó á sus pies.

26 Era esta muger gentil, y syrofenicia de nacion. Y le suplicaba que lanzase de su hija al demonio.

27 Díjole Jesus: Aguarda que primero se sacien los hijos: que no parece bien hecho el tomar el pan de los hijos, para echarle á los perros.

28 A lo que replicó ella, y le dijo: Es verdad [1], Señor; pero á lo ménos los cachorrillos comen debajo de la mesa las migajas que dejan caer los hijos.

29 Díjole entonces Jesus: Por eso que has dicho, véte, que ya el demonio salió de tu hija.

30 Y habiendo vuelto á su casa, halló a la muchacha reposando sobre la cama, y libre ya del demonio.

31 Dejando Jesus otra vez los confines de Tyro, se fue por los de Sidon ácia el mar de Galilea, atravesando el territorio de Decápoli.

32 Y presentáronle un hombre sordo y mudo, suplicándole que pusiese sobre, él su mano para curarle.

33 Y apartándole Jesus del bullicio de la gente, le metió los dedos en las orejas, y con la saliva le tocó la lengua;

34 y alzando los ojos al cielo, arrojó un suspiro, y dijole: Ephphetha, que quiere decir, abríos.

35 Y al momento se le abrieron los oidos, y se le


  1. La partícula ναὶ, que en la Vulgata se traduce ulique, es no solamente de afirmacion, sino tambien de súplica.