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CAPÍTULO XII.

11 Cuando os conduzcan á las synagogas, y á los magistrados, y potestades de la tierra, no paseis cuidado de lo que, ó cómo habeis de responder ó alegar.

12 Porque el Espíritu santo os enseñará en aquel trance lo que debeis decir.

13 Entónces le dijo uno del auditorio: Maestro, dile á mi hermano que me dé la parte que me toca de la herencia.

14 Pero Jesus le respondió: ¡Oh hombre! ¿quién me ha constuido á mí juez, ó repartidor entre vosotros [1].

15 Con esta ocasion les dijo: Estad alerta, y guardáos de toda avaricia; que no depende la vida del hombre de la abundancia de los bienes que él posee.

16 Y en seguida les propuso esta parábola: Un hombre rico tuvo una extraordinaria cosecha de frutos en su heredad;

17 y discurria para consigo, diciendo; ¿Qué haré, que no tengo sitio capaz para encerrar mis granos?

18 Al fin dijo: Haré esto; derribaré mis graneros, y construiré otros mayores, donde almacenaré todos mis productos y mis bienes,


    gros que hago; por ser esta una ceguedad voluntaria, y de la cual nadie cura sin un grande milagro de la gracia: toda conversion es un milagro; pero mas grande la del blasfemo contra el Espíritu santo.

  1. Léase lo que san Ambrosio dice sobre estas palabras. ¡Importante leccion para los eclesiásticos que se mezclan con asuntos que no deben!