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CAPÍTULO XII.

29 Así que, no esteis acongojados cuando buscais de comer o de beber; ni tengais suspenso é inquieto vuestro ánimo:

30 los paganos y las gentes del mundo son los que van afanados tras de esas cosas. Bien sabe vuestro Padre que de ellas necesitais.

31 Por tanto, buscad primero el reino de Dios y su justicia [1]; que todo lo demas se os dará por añadidura.

32 No teneis vosotros que temer, mi pequeñito rebaño, porque ha sido del agrado de vuestro Padre celestial daros el reino eterno.

33 Vended, si es necesario, lo que poseeis, y dad limosna [2]. Hacéos unas bolsas que no se echen á perder; un tesoro en el cielo que jamás se agota: á donde no llegan los ladrones, ni roe la polilla.

34 Porque donde está vuestro tesoro, allí tambien estará vuestro corazon.

35 Estad con vuestras ropas ceñidas á la cintura, y tened en vuestras manos las luces ya encendidas prontos á servir á vuestro Señor,

36 sed semejantes á los criados que aguardan á su amo cuando vuelve de las bodas, á fin de abrirle prontamente, luego que llegue, y llame a la puerta.

37 Dichosos aquellos siervos á los cuales el amo al venir encuentra así velando: en verdad os digo, que


  1. Véase Justicia.
  2. No temaís que os falte lo necesario. Véase Consejos.