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CAPÍTULO XVIII.

agravios. Pero cuando viniere el Hijo del hombre, ¿os parece que hallará fé sobre la tierra?

9 Dijo asimismo aciertos hombres, que presumian de justos, y despreciaban á los demas, esta parábola:

10 Dos hombres subieron al Templo á orar: el uno era Fariseo, y el otro publicano ó alcabalero.

11 El Fariseo puesto en pié, oraba en su interior de esta manera: ¡Oh Dios! yo te doy gracias de que no soy como los demas hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como este publicano:

12 ayuno dos veces á la semana; pago los diezmos de todo lo que poseo.

13 El publicano, al contrario, puesto allá lejos, ni aun los ojos osaba levantar al cielo, sino que se daba golpes de pecho, diciendo: Dios mio, ten misericordia de mí que soy un pecador.

14 Os declaro pues, que este volvió á su casa justificado, mas no el otro; porque todo aquel que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado.

15 Y traíanle tambien algunos niños, para que los tocase, ó les impusiese las manos. Lo cual viendo los discípulos, lo impedian con ásperas palabras.

16 Mas Jesus llamando á sí los niños dijo á sus discípulos: Dejad venir á mí los niños, y no se lo vedeis; porque de tales como estos es el reino de Dios.

17 En verdad os digo, que quien no recibiere el reino de Dios como un niño, ó con la sencillez suya, no entrará en él.