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SAN JUAN.

45 Y así los ministros ó alguaciles volvieron á los pontífices y Fariseos. Y estos les dijeron: ¿Cómo no le habeis traido?

46 Respondieron los ministros: Jamás hombre alguno ha hablado tan divinamente como este hombre.

47 Dijéronles los Fariseos: ¿Qué, tambien vosotros habeis sido embaücados?

48 ¿Acaso alguno de los príncipes ó de los Fariseos ha creido en él?

49 Solo ese populacho, que no entiende la Ley, es el maldito.

50 Entonces Nicodemo, aquel mismo que de noche vino a Jesus, y era uno de ellos, les dijo:

51 ¿Por ventura nuestra Ley condena á nadie, sin haberle oido primero [1], y examinado su proceder?

52 Respondiéronle: ¿Eres acaso tú, como él, galileo? Examina bien las Escrituras, y verás [2] como no hay Profeta originario de Galilea.

53 En seguida se retiraron cada uno á su casa.


  1. Regla importante de la equidad natural, y tambien de la Ley escrita: no debemos condenar á nadie, ni en la conversacion, ni en nuestro pensamiento, en donde solemos hacernos tantas veces jueces del prójimo, sin que antes tomemos conocimiento de la causa. No imitemos á aquellos falsos celadores de la Ley, que son los primeros en violarla con sus continuos juicios temerarios. Deut. XVII. v.8.—XIX. v.15.
  2. Otros traducen: y verás que el Profeta prometido y que esperamos, no es originario de. Galilea.