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CAPÍTULO VIII.

27 Pero aquel que penetra a fondo los corazones, conoce bien qué es lo que desea el Espíritu; el cual no pide nada por los santos, que no sea segun Dios.

28 Sabemos tambien nosotros que todas las cosas contribuyen al bien de los que aman á Dios, de aquellos, digo, que él ha llamado segun su decreto para ser santos [1].

29 Pues á los que él tiene especialmente previstos, tambien los predestinó para que se hiciesen conformes á la imágen de su Hijo Jesu-Christo, por manera que sea el mismo Hijo el primogénito entre muchos hermanos.

30 Y á estos que ha predestinado, tambien los ha llamado; y á quienes ha llamado, tambien los ha justificado; y á los que ha justificado, tambien los ha glorificado.

31 Despues de esto ¿qué diremos ahora? Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?

32 El que ni á su propio Hijo perdonó, sino que le entregó á la muerte por todos nosotros, ¿cómo despues de habérnosle dado á él, dejará de darnos cualquiera otra cosa [2]?

33 Y ¿quién puede acusar a los escogidos de Dios? Dios mismo es el que los justifica [3].


  1. A los que Dios ha predestinado ab æeterno, y despues ha llamado á la fé, y finalmente ha santificado con su gracia.
  2. Esto es, el perdon de los pecados, y los auxilios para alcanzar la gloria.
  3. Otros traducen: será este mismo Dios que los justifica?