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CAPÍTULO III.

bien cada uno cómo alza la fábrica, ó qué doctrina enseña.

11 Pues nadie puede poner otro fundamento, que el que ya ha sido puesto, el cual es Jesu-Christo.

12 Que si sobre tal fundamento pone alguno por materiales oro, plata, piedras preciosas [1], ó maderas, heno, hojarasca [2],

13 sepa que la obra de cada uno ha de manifestarse; por cuanto el dia del Señor la descubrirá, como quiera que se ha de manifestar por medio del fuego; y el fuego mostrará cuál sea la obra de cada uno.

14 Si la obra de uno sobrepuesta subsistiere sin quemarse, recibirá la paga.

15 Si la obra de otro se quemáre, será suyo el daño: no obstante él no dejará de salvarse; si bien como quien pasa por el fuego [3].

16 ¿No sabeis vosotros que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

17 Pues si alguno profanáre el templo de Dios [4], perderle ha Dios á él. Porque el templo de Dios, que sois vosotros [5], santo es.


  1. Esto es, la pura y sublime doctrina.
  2. Esto es, cosas inútiles y supérfluas, como las observancias y ceremonias legales.
  3. Expiando así los defectos cometidos en la predicacion del Evangelio, y el haberse servido de adornos mundanos ven el edificio espiritual de los prójimos.
  4. O enseñando al prójimo doctrinas falsas, ó contaminándose á sí mismo.
  5. II. Cor. VI. v.16.