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CAPÍTULO IV.

8 Entónces Pedro, lleno del Espíritu santo, les respondió: Príncipes del pueblo, y vosotros Ancianos de Israél, escuchad:

9 Ya que en este dia se nos pide razon del bien que hemos hecho á un hombre tullido, y que se quiere saber por virtud de quién ha sido curado,

10 declaramos á todos vosotros, y á todo el pueblo de Israél, que la curacion se ha hecho en nombre de nuestro Señor Jesu-Christo nazareno, á quien vosotros cruficásteis, y Dios ha resucitado. En virtud de tal nombre se presenta sano ese hombre á vuestros ojos.

11 Este Jesus es aquella piedra que vosotros desechásteis al edificar, la cual ha venido á ser la principal piedra del ángulo:

12 fuera de él no hay que buscar la salvacion en ningun otro. Pues no se ha dado á los hombres otro nombre debajo del cielo, por el cual debamos salvarnos.

13 Viendo ellos la firmeza de Pedro y de Juan, constándoles por otra parte que eran hombres sin letras, y del vulgo, estaban llenos de admiracion, conociendo que eran de los que habian sido discípulos de Jesus:

14 por otra parte, al ver al hombre que habia sido curado, estar con ellos en pié, nada podian replicar en contrario.

15 Mandáronles pues salir fuera de la junta, y comenzaron á deliberar entre sí,

16 diciendo: ¿Qué harémos con estos hombres? el milagro hecho por ellos, es notorio a todos los habi-