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CAPÍTULO VII.

42 Entónces Dios les volvió las espaldas, y los abandonó á la idolatría de los astros ó la milicia del cielo, segun se halla escrito en el Libro de los Profetas[1]: ¡Oh casa de Israél! ¿por ventura me has ofrecido víctimas y sacrificios los cuarenta años del Desierto?

43 Al contrario habeis conducido el tabernáculo de Moloch, y el astro de vuestro dios Rempham [2], figuras que fabricásteis para adorarlas. Pues yo os trasportaré á Babylonia, y mas allá.

44 Tuvieron nuestros padres en el Desierto el tabernáculo del testimonio, segun se lo ordenó Dios á Moysés, diciéndole, que le fabricase segun el modelo que habia visto [3].

45 Y habiéndole recibido nuestros padres, le condujeron bajo la direccion de Josué á el pais que era la posesion de las naciones, que fue Dios expeliendo delante de ellos, y duró el Tabernáculo hasta el tiempo de David [4].

46 Este fue acepto á los ojos de Dios, y pidió poder fabricar un templo al Dios de Jacob.

47 Pero el Templo quien le edificó fue Salomon [5].

48 Si bien el Altísimo no habita precisamente en moradas hechas de mano de hombres, como dice el Profeta:

49 El cielo es mi trono, y la tierra el estrado de mis