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CAPÍTULO XXII.

26 Y en ella se introducirá, y vendrá á parar la gloria y la honra de las naciones.

27 No entrará en esta ciudad cosa sucia ó contaminada, ni quien comete abominacion y falsedad, sino solamente los que se hallan escritos en el libro de la vida del Cordero.

CAPÍTULO XXII.
Conclúyese la admirable y misteriosa pintura de la celestial Jerusalem, y con ella el Apocalypsi ó la Revelacion de Jesu-Christo á su discípulo amado.

1 Mostróme tambien un rio de agua vivifica ó de vida, claro como un cristal, que manaba del sólio de Dios y del Cordero.

2 En medio de la plaza de la ciudad, y de la una y otra parte del rio estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol sanan á las gentes [1].

3 Allí no habrá jamás maldicion alguna, sino que Dios y el Cordero estarán de asiento en ella, y sus siervos le servirán de contínuo.

4 Y verán su cara, y tendrán el nombre de él sobre sus frentes.

5 Y allí no habrá jamás noche; ni necesitarán luz


  1. Alude al rio y al árbol de la vida, que habia en el Paraíso; al rio, del cual dice el Profeta, que alegra á la ciudad de Dios. Ps. XLV. v.5.—Is. LXVI. v.12.