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CAPÍTULO XIX.

cio, fabricando de plata templitos de Diana, daba no poco que ganar á los demas de este oficio;

25 a los cuales, como a otros que vivian de semejantes labores, habiéndolos convocado, les dijo: Amigos, bien sabeis que nuestra ganancia depende de esta industria;

26 y veis tambien, y oís cómo ese Pablo, no solo en Épheso, sino casi en toda el Asia, con sus persuasiones ha hecho mudar de creencia á mucha gente, diciendo: Que no son dioses los que se hacen con las manos.

27 Por donde, no solo esta profesion nuestra correrá peligro de ser desacreditada [1], sino, lo que es mas, el templo de la gran diosa Diana perderá toda su estimacion, y la magestad de aquella, á quien toda el Asia y el mundo entero adora, caerá por tierra.


  1. Hacer servir la religion á las pasiones ó intereses particulares, es un abuso contrario al buen órden y á la religion misma; pero por desgracia es abuso de todos tiempos. Cada uno tiene sus ídolos de que está enamorado: para este lo son las obras de sus manos, para aquel las de su espíritu: para unos el interes ó las riquezas; para otros el honor ó la vanagloria. La religion no sirve al interes ó torpe granjería, sino por lo que ella tiene de exterior, de lo cual abusan los hombres. De ahí nace que lo exterior de la religion con facilidad se aumenta, y no se disminuye ó limita sin grandes dificultades, y á veces conmociones; al paso que lo interior de la religion decae y perece muchas veces, sin que nadie ó casi nadie lo sienta ni se lamente. El Abulense.