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Es un documento de prueba. Con otro semejante, la novela toca á su fin.

Pero falta.

Cuando Manuel se repuso de su sorpresa, convinimos en no hablar más del asunto hasta que llegára la oportunidad.

—«Tome nota»—le dije—«de lo que ha observado en los cráneos; pero desígnelos como M. y N. ó con 1 y 2, para no consignar los nombres. Este asunto toca ya á su desenlace y conviene usar de la mayor discrecion posible.»

En aquel momento me entregaron tres sobres cerrados.

Eran telegramas que venían de Montevideo, de Córdova, y de Santiago de Chile. En ninguna de las tres Facultades conocian el nombre de Antonio Lapas.

Pasamos al comedor para ocupar dos asientos, reservándonos para mas tarde.

Al terminar, fuimos al escritorio, y tomamos allí el café.

No tuvimos tiempo de ocuparnos del asunto, porque entraron visitas, y la conversacion rodó de tema en tema, como sucede casi siempre. Uno de ellos fué la fractura de una pierna que había sufrido una persona de relacion.

—«¿Es grave?»—preguntó uno.

—«Mucho más que si hubiera sido en la canilla.»

—«¿Dónde fué?»

—«En el cuello del fémur. Parece, por la con-