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250 — La bruja del ideal

estrechamente á esa bruja, dentro de ella sentirémos bullir un ideal oculto, un quid ignotum.

Sólo el que se atreve á fijar sus ojos en los ojos de la bruja, y logre ver en ellos dos faros celestes; sólo quien comprenda en su mirada los mundos de amor, poesía y hermosura que se encubren bajó su repugnante fealdad; sólo el que ame la forma de la carne, porque en ella sienta circular la savia del espíritu; sólo el que comprenda que la vida es más grande por lo que esconde que por lo que ostenta; sólo el que en el extremecimiento de la sensualidad sienta los éxtasis del idealismo, sólo ese se abrazará con amor al monstruo de la vida, y logrará, como yo en mi sueno, vencer, á la bruja, extraer sus divinas esencias, aniquilarla con sus esfuerzos, arrojar como despojó del triunfo los harapod de las carnales miserias, y con la llave del sentimiento, penetrar en las encantadas regiones, donde encontrará, bajo el aspecto de cuanto ama y apetece, la divina Innominada que todos perseguimos y adoramos; la Felicidad, esa esposa que sólo nos concede una caricia en la vida; pero que en esa caricia recompensa todos nuestros padecimientos y endulza todas nuestras amarguras.

¿Significaba quizás mi sueño que el ideal sólo se conquista con el abrazo de la muerte, y sólo se encuentra más allá de la vida, en las regiones del espíritu puro, si es que tales regiones pueden existir?

¿Significaba, tal vez, que el ideal de la vida es el abrazo de dos seres que se aman?

Toda la ciencia de la oneiromancia no bastaría para determinar la significación de mi sueño.

Yo sólo sé que por él alcancé el ideal que buscaba y la felicidad de un momento cuyo solo recuerdo engrandece mi vida.

Si hay un cielo que ofrezca para siempre la ventura de aquel momento, no hay en la tierra mérito, virtud ni sacrificios suficientes para merecerle.

Mi sueño fué más que un sueño: fué un problema resuelto; fué el enigma de la felicidad descifrado por aquella bruja.

Por eso nunca olvidaré aquel ser fantástico á quien, por la dicha que me ofreció, creo haber llamado con razón y fundamento la Bruja del Ideal.


José Alcalá Galiano.