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La bruja del ideal

aquel astro y perdida en los espacios, ó era en realidad una catedral gótica levantada por hombres?

Aquella catedral no era, ciertamente, la morada de esos santos de piedra que reposan á la luz de moribundas lámparas; ni era el asilo de los creyentes, ni el puerto de los náufragos de la vida que buscan las playas de un cielo. No debian allí resonar esos místicos acordes del órgano con que los hombres pretenden hablar con los dioses, ni las plegarias del afligido, ni el llanto de los arrepentidos, ni el coro de los sacerdotes. Aquella catedral tenía algo vivo, palpitante, sensual, que la hacía más bien mansion de los silfos que viven en un rayo de sol, de los asouras indios, de las hadas, de los amores, de esos séres fantásticos que ha creado la mitología diabólico-pagana de la Edad Media; de todos, ménos de hombres que se componen de unos cuantos átomos de arcilla, viven unos cuantos instantes y mueren para siempre.

Si el placer fuera una deidad, aquel sería su palacio y su templo; allí la alegría sería el éxtasis, y la cancion plegaria; la lira del poeta resonaria en lugar del órgano; la risa reemplazaría á las lágrimas; á la contemplacion, al ilapso del asceta, sucederian los brindis del libertino.

Las dos torres que en el templo gótico parecen misteriosas escalas de Jacob, por donde lo humano sube al Cielo y lo divino baja á la tierra, en aquella catedral parecian dos pedestales, sobre los que debian colocarse las estátuas de la Vida y del Deleite.

Lleno de asombro penetré en aquel extraño edificio, y en vez de hallarme bajo las bóvedas de un templo, me encontré en medio de un patio cuadrado, en uno de cuyos frentes habia una gran puerta.

Dirigíme hácia ella, pasé el umbral, y una inmensa é interminable galería egipcia se ofreció á mi vista.

Extraño contraste ofrecian aquellas dos arquitecturas tan opuestas. La gótica, la arquitectura del movimiento, de las curvas, de los colores, de los caprichos, de la animacion, es la arquitectura de la vida. La egipcia es la de la inmovilidad, la de la solidez, la arquitectura fúnebre, sepulcral, la arquitectura de la muerte. Uniforme como los planos de los horizontes egipcios, monótona como su cielo sin nubes, levanta pirámides inmóviles como montañas; en sus hipogeos construye palacios-tumbas, necrópolis, especies de momias de piedra, habitados de momias humanas. En sus colosales esfinges hasta petrifica la expresion de las